Leonardo, Goya y Caravaggio: el irresistible encanto de las obras de arte perdidas

En los últimos meses (semanas, incluso) hemos visto cómo un posible Caravaggio aparecía en una casa de subastas, cómo el Goya 'primigenio' se cedía al Prado y cómo los dibujos perdidos de Van Gogh eran encontrados...

Un nuevo Caravaggio aparece en la casa de subastas Ansorena en Madrid

Ansorena

El hallazgo de una obra de un gran maestro es un sueño acariciado por conservadores de museos, académicos y marchantes de arte. El valor, tanto artístico como monetario, se manifiesta donde antes figuraba una atribución a un artista secundario, el revuelo mediático se extiende y la figura del creador se hace tendencia en las redes sociales.

En el proceso todos los participantes obtienen una ansiada visibilidad, traducida en relevancia cultural en el caso de un museo, y en nutridos beneficios en el de un marchante.

Dos acontecimientos han ilustrado en Madrid diferentes fases de este proceso durante las últimas semanas. La llamada de atención de anticuarios y académicos sobre la posible obra de Caravaggio retirada de la subasta de Ansorena el pasado 8 de abril ha supuesto un caso súbito, inesperado. La escalada de ofertas millonarias, la llegada de expertos internacionales y la alarma de las autoridades museísticas componen, en sí mismas, un relato de intriga.

Frente a la controversia causada por la epifanía de Caravaggio, la presentación del Museo del Prado de 'Aníbal vencedor', que por primera vez mira Italia desde los Alpes, de Francisco de Goya, donado por la Fundación de Amigos de la institución, muestra el último capítulo del reencuentro. Tras un largo itinerario de estudios, opiniones y gestiones administrativas, la pieza se ha integrado en las colecciones públicas.

En este caso el hallazgo fue fruto de la labor de Jesús Urrea, en 1993 director adjunto del Prado, que localizó el cuadro en la Fundación Selgas-Fagalde. El óleo había sido adquirido por el industrial Fortunato Selgas en el siglo XIX como obra anónima, atribuida posteriormente al italiano Corrado Giacquinto, y expuesta en la quinta palaciega de Cudillero.

Tendemos a pensar en el conjunto de la obra de los grandes maestros como algo fijo, inamovible, custodiado en los museos. Lo cierto es que la lista de piezas perdidas es inabarcable. Durante siglos, robos, guerras, o el simple desconocimiento de unos herederos, han interrumpido la línea que permite la identificación de obras no firmadas, menores, o que no responden de forma evidente al estilo del autor.

'Aníbal vencedor, que por primera vez mira a Italia desde los Alpes'

Museo Nacional del Prado. Donación de la Fundación Amigos del Museo del Prado

El caso del 'Salvator Mundi', de Leonardo, que recorrió múltiples colecciones hasta llegar a manos del marchante Robert Simon, ha sido la revelación más célebre y rentable de la última década. Su mala conservación alimentó un confuso cúmulo de atribuciones. Otras obras robadas y escondidas podrían esperar un hallazgo fortuito. El Cuaderno de Arlés de Van Gogh, perdido a causa del bombardeo aliado de la ciudad, aguarda un acuerdo sobre su autoría.

Porque al fin y al cabo se trata de eso, del acuerdo de la comunidad integrada por expertos y responsables de museos. Las pruebas técnicas: el estudio del dibujo subyacente, el análisis de pigmentos, del bastidor, del lienzo, no suelen ser concluyentes. Aportan información sobre la época en la que la obra fue pintada, y, por lo tanto, permiten descartar copias realizadas en un momento posterior, pero raramente permiten una atribución sólida. Los maestros solían contar con talleres en los que se compartían los materiales, muy similares a los utilizados por sus contemporáneos.

El documento que guarda el encargo de la obra, testimonios, descripciones e inventarios ayudan a afianzar la atribución. Un boceto del propio artista representa una prueba sólida.

Puente, Cuaderno de Arlés

Cuaderno de Arlés

En el caso del Aníbal de Goya, este formaba parte del llamado Cuaderno italiano del pintor, conservado en el Museo del Prado. Urrea, que lo había estudiado como conservador del museo, supo reconocer la obra final cuando la contempló en el palacete de Cudillero. La mano de Goya había permanecido oculta por tratarse de una pieza temprana, ajena a los rasgos que caracterizan su estilo de madurez.

Goya emprendió el viaje a Italia con 24 años. En dos ocasiones la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando le había negado el premio del que dependía una beca de formación en Roma. Por ello se vio forzado a financiar de su bolsillo un viaje que era indispensable en el siglo XVIII para todo aquel que aspirase a ser un artista reconocido.

El Cuaderno italiano, conservado en el Museo del Prado, contiene apuntes y dibujos de monumentos que llamaban su atención, vistas, notas de gastos o borradores de cartas y comentarios.

Se desconoce con exactitud la ruta del pintor, pero sus anotaciones muestran que se detuvo en Génova, Venecia, Módena, Bolonia, Génova, Parma y Roma. En Parma surgió la posibilidad de presentar una obra al concurso convocado por la Academia de Bellas Artes. El tema estaba fijado por un soneto de Frugoni, un poeta de la época. De ahí la retórica del título: Aníbal vencedor, que por primera vez mira Italia desde los Alpes.

El apunte que realizó en el Cuaderno y dos bocetos al óleo, uno de los cuales se conserva en el Museo de Zaragoza, prueban la importancia que el pintor otorgó a la convocatoria. Volcó en ella la erudición que requería un concurso académico. La composición está poblada de figuras alegóricas: la Victoria que desciende en un carro con una corona de laurel y la figura con cabeza de buey que representa al río Po.

Goya

Alamy

Goya no ganó el concurso, aunque le fue concedida una mención especial. Tras el fallo, el artista dio instrucciones para que la obra fuese enviada a Valencia, y posteriormente a Zaragoza. En este punto, el rastro se pierde hasta la adquisición de la pieza por Fortunato Selgas.

El Aníbal de Goya se expondrá en el Museo del Prado en la muestra que celebrará el 40 aniversario de las Fundación de Amigos del Museo. Por su parte, tras su análisis y restauración, el supuesto Ecce Homo de Caravaggio tendrá que esperar una larga cadena de estudios y negociaciones para llegar a las salas del Museo, que ha mostrado un claro interés por incorporarlo a su colección.

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