En aquellos años, muy al principio de los 80, el Manzanares bajaba agua negra y en la orilla de acá terminaba Madrid. Este otro Madrid donde la Movida instaló su colmado de colores y papel de plata, los imperdibles trinchando el lóbulo, el pelo disparado en cualquier dirección, las chupas de cuero, las camisetas rasgadas, las guitarras a todo meter. Las pintadas callejeras aún portaban soflama política, pero algunos chavales del extrarradio bajaron con la mochila cargada de aerosoles para bombar
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