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La policía investiga el asesinato de la activista chilena Javiera Rojas

Defensora de la naturaleza y de los derechos indígenas, la activista se destacó por su oposición a la construcción de centrales eléctricas y embalses. Su cadáver se halló el pasado domingo, con claros signos de violencia.
Una imagen de la activista Javiera Rojas, compartida en las redes sociales. Foto: AGUA Y TERRITORIOS

La policía chilena investiga el asesinato de la activista Javiera Rojas Veas, de 42 años, una mujer que se había destacado por su oposición a varios proyectos que amenazaban el medioambiente de su región, como la construcción de centrales termoeléctricas y embalses. Su cuerpo fue encontrado el pasado domingo, con claros signos de violencia, en un edificio abandonado en la ciudad de Calama, en la región de Antofagasta, al norte del país.

“En Chile no se mata sólo por la violencia estructural, por el hecho misógino de ser mujeres o por disidencias sexuales, también mata el extractivismo“, declaró Marielu Avendaño a la cadena de televisión chilena La Red. Avendaño es la portavoz del Movimiento por el Agua y la Tierra, organización en la que también militaba Javiera Rojas. El extractivismo, añadió, “mató también a Macarena Valdés, y lamentablemente, por la lucha que estaba llevando a cabo Javiera, es muy probable que este también sea su caso”.

El asesinato de Javiera Rojas llegó hasta la tribuna del palacio del Congreso Nacional de Chile, donde se están desarrollando las sesiones plenarias de la Convención Constituyente. Bárbara Sepúlveda, candidata electa a la asamblea por el Partido Comunista, alzó la voz para denunciar el enésimo caso de violencia contra defensores de la naturaleza en su país. “En Chile es tremendamente peligroso defender el medioambiente. En plena democracia se persigue, hostiga, acosa y asesina a activistas medioambientales”.

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El hecho de que el cuerpo de Javiera Rojas apareciera en un inmueble deshabitado ha hecho que crecieran las especulaciones en torno a una posible adicción a las drogas. Un rumor sin ningún fundamento, según quienes la conocían, y que parece fabricado para enturbiar la investigación. “Sabemos que esos asesinatos muchas veces los hacen parecer suicidios o accidentes. Pero no, hay que decirlo con todas sus letras: en 2016 mataron a Macarena Valdés por defender el agua; en 2013 mataron a Nicolasa Quintremán, opositora a la central Ralco, de Endesa, en el Alto Bio Bio; en 2019 mataron a Marcelo Vega Cortés, opositor a la empresa celulosa Arauco–CELCO. Este domingo encontraron muerta a Javiera Rojas, atada de pies y manos. Ella luchó contra la termoeléctrica Prime y el embalse La Tranca. Fue una defensora de la vida, en todas sus formas, del agua, de los derechos humanos y del medioambiente”, dijo Bárbara Sepúlveda.

“En su nombre construiremos una constitución ecológica y consagraremos el derecho humano al agua. Y a sus asesinos, sólo un mensaje: podrán haber silenciado una voz pero nunca, nunca podrán callarnos a todas. Exigimos justicia para Javiera”, afirmó Sepúlveda para cerrar su mensaje.

Por su parte, la diputada Catalina Pérez, del partido Revolución Democrática, señaló que el crimen de la activista es “gravísimo” y pedirá la designación de un fiscal especial para el esclarecimiento del caso.

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Según han recogido varios medios chilenos, Javiera Rojas llevaba años recibiendo amenazas por su activismo medioambiental. Uno de los proyectos a los que se opuso con más vehemencia fue la construcción del embalse La Tranca, que pretendía inundar el pueblo de El Durazno, expulsar a los campesinos que allí vivían y sepultar bajo las aguas importantes sitios arqueológicos y un cementerio indígena. La empresa que proyectó esta obra de ingeniería fue el grupo Typsa, de capital español.

El último informe de la ONG Global Witness arrojaba datos muy preocupantes sobre el número de activistas medioambientales asesinados en todo el mundo. En 2020 se alcanzó una cifra récord: 277 muertes. Más de cinco personas cada semana. Y la del asesinato es sólo la última fase de un ciclo de delitos que antes suele incluir la intimidación, el acoso y la violencia sexual. Ese año, Colombia fue el país que registró mayor número de crímenes, con 65 defensores de la tierra y el medioambiente asesinados.

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COMENTARIOS

  1. Pienso que, en la medida de lo posible, no debería haber una cabeza visible. Si se lucha por un colectivo, debe ser el colectivo completo quien de la cara y los líderes estar ocultos porque si no los matan rápidamente, en Colombia, seguro, y en la mayoría de los países americanos también. “¿Quien es Fuenteovejuna? ¡Todos a una!”

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