DIETA A BASE DE PLÁSTICOS
En las últimas dos décadas, los científicos han detectado la presencia de microplásticos en prácticamente cualquier lugar en el que han buscado. Están en los océanos, en la nieve del Ártico, en el aire de la atmósfera y hasta en la sal y el agua que consumimos. Algunos estudios recientes calculan que podemos llegar a ingerir una masa de partículas plásticas similar a la de una tarjeta de crédito cada año.
La presencia de estos microplásticos en el ambiente es preocupante. Sin embargo, de acuerdo con un artículo publicado en Nature, todavía no se han realizado estudios relevantes sobre su impacto en la salud humana. Determinar su nivel de riesgo es complicado, porque los microplásticos abarcan muchas formas, tamaños y composiciones químicas diferentes.
Además, cuanto más pequeños, más difíciles de analizar resultan. Son precisamente los nanoplásticos (de tamaño inferior a un micrómetro) los que más preocupan a los investigadores, ya que podrían penetrar en las células. Otros riesgos son que se depositen en las vías respiratorias o que generen toxicidad química. La otra gran pregunta sin respuesta es cuánto tiempo pueden permanecer en el cuerpo humano.
De acuerdo con los investigadores, es probable que los niveles de microplásticos en el medioambiente sean todavía demasiado bajos para afectar a nuestra salud. Sin embargo, sí existe consenso en un punto: de no poner solución a este problema, el riesgo aumentará.
Cada año se producen casi 400 millones de toneladas de plásticos y se espera que esta cifra se duplique en 2050. Incluso si toda la producción de plástico se detuviera hoy, los 5000 millones de toneladas presentes en el medioambiente continuarían desintegrándose en fragmentos cada vez más pequeños durante décadas.
Un nuevo estudio de la OMS señala que las personas que trabajan en la industria del petróleo o viven cerca de instalaciones petroleras tienen más riesgo de desarrollar cáncer debido a la contaminación del aire.
Un inmenso tapón de residuos bloquea la red de alcantarillado de Birmingham, en Reino Unido. Mide un kilómetro de largo, pesa más de 300 toneladas y está formado por aceite, grasas, toallitas húmedas y otros residuos no biodegradables.
Una botella de vidrio puede reutilizarse o reciclarse tantas veces como se desee. Sin embargo, los tetrabricks nunca se fabrican con material reciclado y están formados por varias capas de cartón, plástico y aluminio, difíciles de separar, por lo que apenas se reciclan. Un interesante reportaje de El País analiza la capacidad de 10 artículos cotidianos de integrarse en la economía circular.
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