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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

El micromacrón

19 de julio de 2023

En la cabeza de Feijoo, o sea, en la de Sémper, el plan es infalible. El PP pide el voto a los votantes de Podemos para frenar a Vox y ofrece al PSOE que se abstenga para dejarle gobernar moderadamente (a juicio del PSOE, que para eso lo votaría). Así trasmite que es un partido de Estado, centrista y sobrado de confianza en que va a ganar las elecciones. Esto, en sus cabezas.

En la realidad es un disparate que no cabe en cabeza humana, como voy a exponer sin acritud, que diría el admirado –por Feijóo– Felipe González.

Es el reconocimiento explícito de que ni en los sueños de estos días preelectorales, el PP piensa alcanzar una mayoría absoluta. Y que, víctima de una extrema desesperación ante la posibilidad de tener que pactar con Vox, prefiere malbaratar la verdadera energía nuclear de estas elecciones: el sentimiento antisanchista. Echar a Sánchez era un clamor antes de las elecciones, pero Feijoo lo ha puesto en segundo plano para poner por delante su aversión a Vox. Hasta el punto de ofrecer a los socialistas un pacto de gobierno que es lo más alejado que pensarse pueda del corazón de la mayoría de sus propios votantes.

Del mismo modo que con su concepto de «dejar gobernar a la lista más votada» ha pretendido copiar el modelo francés de la segunda vuelta, pero de golpe, a las bravas; ahora quiere hacer un Macron y convertirse en el hombre que frene a la derecha alternativa. Pero igual que esa «lista más votada» es una trampuchería que no cabe en nuestro sistema parlamentario, lo de querer emular al francés lo convierte en un Micro-Macron, el micromacrón.

Porque propone un imposible. Si el PSOE aceptase esa propuesta de permitir un gobierno del PP estaría haciéndose un seppuku que ríete tú del harakiri de las Cortes franquistas. El primer objetivo de cualquier organización es asegurar su permanencia. Un PSOE que ha estado toda su historia alentando el odio cainita a la Derecha no puede permitirse ante sus votantes pactar o permitir que el PP gobierne, y menos teniendo todavía suficiente poder autonómico y municipal como para permitirse presupuestariamente una pequeña travesía del desierto.

Un PSOE que permitiese gobernar al PP a cambio de que éste respetase todas sus líneas rojas (del PSOE, pero también del PP, porque son las mismas) convertiría al PP en el PRI peninsular, abocaría al PSOE a la extinción por irrelevancia y elevaría a Vox a principal o único partido de la oposición.

¿Cómo van en el PSOE a aceptar eso cuando su alternativa es más cómoda y, encima, más rentable? Véase: se deja que el PP se enfrente a los efectos de las crisis económica, política, institucional y social que nos ha dejado Sánchez en la recámara, mientras se clama contra los recortes de la Derecha. Como ideológicamente la sociedad es de izquierdas porque el PP ha hecho dejación de la política cultural, toda esa crítica tendrá un éxito tremendo de público y crítica. Para mayor facilidad de la caricatura y más exitosa movilización callejera, se fuerza al PP a pactar con Vox. En una legislatura, ya está el PSOE de nuevo en plena forma.

El PP, encima, lo ha propiciado queriendo huir a toda costa de Vox. De forma que Sémper y compañía no sólo han desprestigiado con todas sus fuerzas al único socio fiable y posible, sino que además han contribuido a que el PSOE vea muchísimo más ventajoso no apoyarles a ellos como a ellos les gustaría. La jugada no sólo es nefasta, sino que lo es de ida y vuelta.

Si Feijoo, el micromacrón, no va al debate de esta noche es por esto. Él quiere el voto de la izquierda, con lo que no puede confrontar directamente con ella al lado de Santiago Abascal. Y tampoco puede atacar a Abascal con la izquierda porque los votos que ya tiene, aunque no son los que él quiere, son los de aquellos que piensan que aún están votando a un partido de derechas o de centro-derecha. No les puede arrancar la venda antes del 23 de julio.

Las desventajas de su incomparencia son inmensas y todos las vemos. Da una oportunidad de plata a Sánchez de rehacerse y da una de oro a Santiago Abascal para mostrarse como lo que es: el verdadero rival de la izquierda y la única garantía de que el PP no traicionará a sus votantes. Con un toque épico, además, pues serán dos contra uno. Y todo por el plan perfecto en las cabezas de Sémper y del micromacrón.

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