“Con solo una fracción de su potencial, la región puede cubrir su demanda eléctrica en un 100%. En términos de cantidad de energía, la región podría ser independiente y autoabastecerse con energías renovables”, dice Rodrigo Moreno, académico de la Universidad de Chile y del Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI).
Pero no todo lo que brilla es la luz del sol. Según la Agencia Internacional de Energía, cerca del 15% de los recursos de petróleo y gas están en América Latina y el Caribe.
Eso explica que, si hablamos de matriz energética en su totalidad (como explicamos al comienzo), los fósiles cubren dos tercios del total, con países productores de combustibles fósiles como Brasil, México, Argentina, Perú, Bolivia, Venezuela, Colombia, Trinidad y Tobago, Guyana y Ecuador.
Destaco ahí a Brasil, Guyana y Argentina, países que tienen proyectado aumentar su rol en los próximos años.
Entonces, si bien las renovables no convencionales van en aumento y la generación a partir de fósiles disminuye (bajó de 47% en 2015 a 35% en 2023), el desafío de la transición energética sigue siendo gigante. ¿Puede la región aumentar su generación renovable?
Para Moreno, la respuesta es un contundente sí: “La región tiene una cantidad de recursos renovables envidiables. Con el potencial solar y eólico, más las hidráulicas ya existentes, más almacenamiento y transmisión, podemos resolver este dilema de forma más sencilla que otros países y regiones, como Europa. En nuestro caso, tenemos flexibilidad natural en la centrales hidroeléctricas ya instaladas y con una buena gestión de esa flexibilidad, se puede aprovechar de buena manera el potencial eólico y solar de la región”.
Históricamente, las renovables no convencionales sufrieron por su intermitencia (los paneles fotovoltaicos no generan energía de noche). La propuesta de Moreno es aprovechar las hidroeléctricas existentes para lidiar con esa flexibilidad.
Pero eso no es todo. El mismo académico lo explica: “La primera etapa es impulsar las renovables, pero la segunda tiene que ver con impulsar las tecnologías que habilitan las energías renovables, como el almacenamiento. Y eso es porque llegamos a un punto de inflexión donde no es posible seguir incorporando energías renovables si es que no tenemos la suficiente flexibilidad en el sistema para hacer una gestión de estas energías que son variables”.
Chile es el mejor ejemplo de eso. Destacado en todos los ránkings internacionales por su transición energética (en 2023 el 30% de su matriz eléctrica provino del sol y del viento). Sin embargo, el debate energético dentro del país está centrado en los enormes niveles de vertimiento, que aumentó 149% de 2023 a 2024. Más de 5.9 GW de energía renovable se “perdió”: se generó y no se pudo inyectar al sistema, básicamente porque la capacidad de transmisión y de almacenamiento no ha avanzado al mismo nivel que la generación.
Lo que la región necesita, según Moreno, es “una red más inteligente”. ¿Qué es eso? Mayor electrificación y planificación de la demanda; tecnologías de almacenamiento, reforzar y modernizar las redes eléctricas; modernizar las salas de control de los operadores para gestionar la variabilidad renovables; complementar la red con otras tecnologías que den estabilidad, como condensadores sincrónicos; fomentar la coordinación e interconexión; y generar un esquema de incentivos, diseño de mercado y marco regulatorio que incentive hacia la descarbonización y a dejar la dependencia fósil.
Este solo fue la introducción a este gran tema. La próxima semana profundizaremos en líneas de transmisión y toda la infraestructura necesaria para la transición energética en América Latina.
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